Hace unas cuantas sesiones que comenzamos el Grupo de Arteterapia (no es el de la fotografía).
Tenía la intención de abrir un espacio íntimo para personas que ya tuvieran un cierto recorrido en el trabajo personal y, sobretodo, facilitar la transición de los pacientes de la consulta individual. Yo lancé la flecha (como dice mi padre) y el aire se va encargando de lo demás. El aire y las 5 mujeres que forman parte del grupo.
En el cierre de hoy una de ellas comentaba "seguiré con la Oda al grupo...". Me permito esta licencia que pareciera quebrar la confidencialidad porque mantengo su anonimato y no finalizo su frase. Pero me quedo con el concepto para unirme a la Oda:
A lo largo de mi trayectoria profesional he acompañado una gran cantidad de grupos en formatos diversos: grupos de un día, grupos numerosos, grupos de tres, grupos de colectivos, grupos que perduran a lo largo de los años, grupos fugaces, grupos que crecen, grupos que nacen, grupos de niños, grupos de mujeres, grupos de adolescentes, grupos mixtos. Si bien sería incapaz de recordar al detalle todas las caras, no estaría exagerando si dijera que guardo en mi una parte de todos ellos. De los componentes de cada grupo y de los grupos como entidad.
Y al guardar en mi estos destellos de presencia, me doy cuenta hoy de que todas las personas con las que he trabajado están vinculadas de algún modo. Porque yo también me transformo con ellas y lo que aporto en cada encuentro lleva consigo centenares de miradas pasadas.
Oda al grupo, pues, porque teje un hilo invisible entre conocidos y desconocidos que juntos apuestan por sanar vínculos y crecer. Por el coraje de mostrarse desde la Verdad y la mirada libre de juicios. Por la perseverancia en caminar lugares inexplorados y tener fe en el proceso. Por aceptar y aceptarse.
Y es que el trabajo grupal en psicoterapia o arteterapia va mucho más allá del crecimiento personal, es un acto de transformación global. Parafraseando a mi querido Edmundo Santos: un acto de Resistencia Poética.